Ni en los restaurantes ni en las casas cuando cenas con amigos, concedemos al pan la importancia cultural y gastronómica que tiene. Es como un trámite en menús que se cuidan mucho. El pan ocupa un lugar que sería impensable destinar a la bebida, si le diéramos al vino un tratamiento tan "expeditivo" nuestras comidas serian un fracaso.
Hay que llevar el pan al lugar que se merece.
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